Autobiografía de una línea.
A partir del 10 de septiembre de 2015 se podrá ver en la Galería Dominique Lévy en la ciudad de Nueva York, la muestra expositiva de la artista germano-venezolana Gego Autobiografía de una línea, la primera de dos exhibiciones a realizarse en NY y Londres. La primera estará abierta al público hasta el 24 de octubre de 2015 y la segunda podrá ser vista en la galería London Space en la primavera de 2016
Este proyecto expositivo toma su nombre de uno de los primeros trabajos de la artista, un libro hecho a mano que contenía los grabados realizados por Gego en 1965 y que dan la sensación de converger o ramificarse según la orientación en que se coloque el libro. En esta muestra curada por Jesús Fuenmayor y Sandra Antelo-Suárez se podrán ver los famosos Chorros de Gego, que no se exhibían en Nueva York desde 1971, cuando hicieron su debut en la Galería Betty Parsons. Esta es una muy buena ocasión para analizar el trabajo de Gego en un contexto internacional. Además de los Chorros, también estarán exhibidas las esculturas de la serie Dibujos sin papel, las piezas de pequeña escala Bichitos y la serie de trabajos en papel Tejeduras, representando parte importante de la evolución de las exploraciones conceptuales de la artista.
La exhibición recoge piezas clave pertenecientes a diversas instituciones tales como la Fundación de Museos Nacionales, Colección Mercantil, Museum of Fine Arts Houston y la Colección Cisneros Fontanals. Además la galería Dominique Lévy, publicará dos catálogos ilustrados que incluirán textos del curador Chus Martínez y la historiadora de arte Kaira Cabañas, al igual que un poema escrito por la artista visual Anne Tardos llamado GEGO.
Gego (Gertrud Goldshmidt) de origen judío-alemán, nace en 1912 en Hamburgo, estudia arquitectura e ingeniería en Stuttgart y llega a Venezuela con su familia escapando de los nazis en 1939, donde trabajará como arquitecta y diseñadora de muebles. En 1952, a los cuarenta años, empieza su carrera como artista -el mismo año que se nacionaliza venezolana-, pero es solo cinco años después que incursiona en el trabajo abstracto rodeada por la influencia de los artistas cinéticos y acompañada por su pareja de vida, el diseñador gráfico Gerd Leufert. En 1957 Gego hace su primera escultura, participa en la exhibición Arte Abstracto en Venezuela y en 1959 el Museo de Arte Moderno de Nueva York empieza a adquirir sus obras. A partir de 1969 empieza a “tejer” su famosa Reticulárea. En 1970 produce los Chorros y en 1976 los Dibujos sin papel, confiriéndole tridimensionalidad a sus líneas hechas de alambre. En 1979 recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 1988 crea Tejeduras, volviendo al uso del papel pero esta vez como objeto de trabajo y no como soporte. En esos años también realiza Bichitos, utilizando material de desecho.
Al igual que su trabajo, su sobrenombre sintetiza de manera sencilla e inconfundible la identidad de una mujer que fue más allá de la representación del género femenino. Su nombre se reduce a cuatro letras que dejan incierto su género, nacionalidad y edad, aunque confiriéndole una identidad única que oscila entre sutil y contundente. Para contextualizar el inicio del trabajo artístico de esta mujer de cuarenta años, arquitecta, inmigrante y viviendo en la mitad del siglo XX, en su ensayo La geometría performativa de Gego Kaira Cabañas nos explica la búsqueda de los artistas cinéticos por encontrar un lenguaje universal como lo son las expresiones de la música y las matemáticas. Este lenguaje universal acota, se manifiesta a través de la abstracción y la geometría. “Basado en la autonomía de la estructura por sí misma y su proyección en forma material, el arte cinético indudablemente buscó su integración a la continua tradición del arte moderno universal, ya que solo abandonando el espacio real podía el arte cinético, dentro de sus límites, alcanzar lo universal”.
Conseguir la universalidad a través de la geometría, sin embargo, ya había sido anhelado por los renacentistas, quienes aspiraban dogmáticamente al círculo como la figura geométrica ideal, que por su fuerza centrípeta ofrece un infinito de puntos equidistantes a su centro. Es así como la búsqueda del centro y de la geometría imperturbable regía las ideas del momento. En el trabajo de los cinéticos, que representan el estímulo y referencia inmediata que rodea a Gego durante su vida, pero de quienes insistía en diferenciarse, la geometría y espacialidad no apunta al centro sino en muchas direcciones, tal vez más cónsono con el sistema cartesiano de ejes ortogonales que se proyectan en los diferentes planos y que se alejan del centro en vez de acercarse. Se utiliza además la repetición y la abstracción representacional. El delicado asunto de la dimensión temporal es a su vez asumido a través de la ilusión óptica que genera la idea de movimiento. El trabajo de Gego, no obstante, se escapa de estas ideas, el crecimiento multidireccional de sus Reticuláreas no se origina en un centro, teje espacios sugeridos por estructuras casi transparentes que parecen expandirse infinitamente y al mismo tiempo parecen listas para implosionar. Las tensiones son centrípetas y centrifugas al mismo tiempo. El efecto cinético de la obra de Gego no es visual sino mental.
A lo largo de los años, y tal vez suene lógico pensando en que los arquitectos crean espacios a partir de líneas, Gego exploró evolutivamente todos los tipos de líneas existentes y todas las formas en que estas líneas se relacionan entre sí. El espectro incluye desde las líneas paralelas plasmadas en papel con las que juega al principio de su carrera, pasando por los Dibujos sin papel, en los que la línea se materializa en tres dimensiones pero se mantiene en el mismo plano -tal vez el momento de mayor acercamiento a los artistas cinéticos- las líneas invisibles o no existentes de sus acuarelas en las que enfatiza los planos y los espacios vacíos, y finalmente las Reticuláreas, en las que las líneas tridimensionales hechas de alambre se conectan en todas las direcciones creando una espacialidad multidimensional. Ya no existe la esfera, concéntrica y perfecta, ahora la geometría transmite un efecto rizomático descrito por Deleuze y Guattari en un libro que Gego poseía. Como dice Pérez Oramas en su ensayo Gego: Lacoön, Redes y la Irresolución de las Cosas: “Amarrando sus Tejeduras, tejiendo sus Reticuláreas, Gego desamarró la cuadrícula racional, la retícula reguladora, la retícula sin área (ya que es solo una idea), de abstracción geométrica y cinética”.
En los Chorros –en contraste con las Reticuláreas– aparecen otros elementos que desmontan la búsqueda de la geometría perfecta: el choque, la imperfección del “casi paralelo”, el azar. La fuerza ya no impulsa en todas las direcciones de forma rizomática como en las Reticuláreas, sino en una sola, pero las líneas no son ortogonales, enfrentan inclinaciones, cruces leves, intersticios, y el azar implícito en el aterrizaje al suelo. En este caso no estamos frente al universo expansivo, ni la geometría que busca la perfección para expresar la universalidad, con los Chorros la abstracción de Gego parece buscar acercarse de nuevo a la realidad.
Video para conmemorar el centenario de Gego: Gego 2012 -100 years
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