El domingo 21 de febrero la Galería Freites da inicio a una exposición que recorre los últimos treinta años de la producción artística del maestro Jacobo Borges. Un homenaje a este gran creador cuya obra le ha otorgado un importante lugar en la historia del arte contemporáneo latinoamericano y le ha hecho merecedor de numerosos reconocimientos nacionales e internacionales. A propósito de ello rescatamos esta sentida entrevista que le hicimos hace algun tiempo.
En esta oportunidad, me permitiré la licencia de contar en primera persona lo que ha sido el privilegio de conocer a Jacobo Borges, arte y poesía en un solo ver. Siempre he creído que quien escribe un relato debe diluirse en su propia historia hasta desaparecer.
Todo pasa por algo
Hace unos años trabajé en la galería más exclusiva de Caracas, lo que era un paraíso terrenal para una egresada de la Escuela de Artes de la UCV. Estaba rodeada por obras de Damien Hirst, Anish Kapoor, Robert Indiana, Victor Vasarely, Manolo Valdés, Baltasar Lobo, Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez…
A la izquierda de mi escritorio reposaba en la pared la que debo confesar era mi preferida, una de las más recientes creaciones de Jacobo Borges, una explosión de flores de colores que en forma de reinvención pictórica, fotográfica y digitalizada sobre acrílico, me alegraba los minutos y las horas de días interminables.
Una tarde, el maestro fue a ultimar detalles sobre la exposición que estaba a punto de inaugurarse con motivo de su cumpleaños número ochenta. Llegó acompañado de su inseparable esposa, la también artista, específicamente escultora Diana Carvallo. Entró amabilísimo, saludando y sonriente, con su característica gorra y arrastrando un poco los pies, a pesar de caminar ligero, como si fuera una persona común y no un ser humano extraordinario, ungido por los dioses, un mago poseedor de un don único.
Por aquellos días, a mí me tocaba servir café y pasar lo más desapercibida posible, hasta hacerme invisible, para tratar de escuchar y absorber todo lo que pudiera, como una especie de vampiro de conocimientos o sanguijuela del arte. Cuando finalizó la reunión y me dispuse a recoger las tazas, me di cuenta de que al maestro se le habían quedado olvidados sus anteojos, que tenían la particularidad de tener restos de pintura en forma de micro puntos multicolores en la montura de pasta negra.
No pude resistir la tentación de ponérmelos y mirarme al espejo, para fantasear e intentar imaginar cómo sería ver el mundo a través de los ojos del inconmensurable artista plástico Jacobo Borges. Luces, colores, formas, agua. Fascinante. Tanto, que pensé incluso en cometer una falta o acaso un crimen y quedarme los lentes como una suerte de objeto de culto, pero no, pudo más mi sentido ético y llamé para que los mandaran a buscar.
Todo depende del cristal con qué se mire.
Algo pasa por todo
El tiempo, como siempre, pasó y comencé a trabajar como productora del programa de radio de la periodista, coleccionista, expert en arte contemporáneo, y amiga entrañable de los Borges, Caresse Lansberg, quien tuvo la generosidad de llevarme con ella el día que entrevistó al artista en su propio hogar, una suerte de oasis enclavado a los pies del Ávila, al noreste de la ciudad.
Es curioso que un creador de la talla de Borges y cuyas obras se cotizan de manera magnífica en las casas de subasta de los mercados internacionales, no tenga un ápice de ostentación ni lujo en su propio hogar.
Un antiguo caserón en La Floresta que él y su amada Diana han restaurado y modernizado, hasta convertir en una suerte de loft del Soho, pero caraqueño, en el que viven rodeados de obras del propio artista, en una atmósfera iluminada y mágica, en la que han tumbado casi todas las paredes y techos internos, para que el espacio sea uno solo, en el que el lugar de honor lo ocupa una maravillosa y futurista cocina integrada, en la que les gusta preparar y degustar manjares, rodeados de música, otra gran protagonista en sus vidas, y de su círculo de amigos más íntimo.
Porque casi nadie tiene acceso a la casa de los Borges, ellos han construido un universo secreto, un templo a su imagen y semejanza, donde el misterio es que allí prevalece el amor, la generosidad y el gusto por las cosas sencillas de la vida, que son, ya sabemos, las realmente importantes y trascendentes.
Aquella conversación de la que fui testigo omnisciente, ocular y auditivo, duró unas seis horas, que fueron para mí una clase magistral de historia, de filosofía, de psicología, de humildad combinada con seguridad en sí mismo, de arte y del arte de saber vivir y crear, para permanecer más joven que nunca, con los sueños y las ganas intactas a las ocho décadas de vida.
Aquel día, el maestro también nos mostró su atelier, un honor al que muy pocos tienen acceso, el lugar donde se encierra cuando se bloquea y cuando flota; donde piensa, siente, se inspira, crea, trabaja y convierte en realidad ese manantial de ideas que no cesa de fluir en su cabeza y en su espíritu hasta llegar a sus manos para transformarse en obras maestras.
Borgiano caraqueño
El maestro Jacobo Borges nació un 28 de noviembre hace 84 años en Caracas, creció en Catia y en el Cementerio. Es un hombre sencillo que no ha perdido su esencia, a pesar de relacionarse desde hace décadas con la más alta aristocracia del mundo del arte, incluidos artistas, galeristas y coleccionistas.
Borges es la máxima expresión de que los obstáculos y las barreras pueden convertirse en estímulo, impulso y oportunidades de crecimiento. Su origen afro descendiente, mulato criollo, extremadamente pobre, que incluso no tenía casi que comer de niño, y todo lo que eso implica en cuanto a exclusión y discriminación se refiere, no fue impedimento para que se convirtiera en un caballero de una delicadeza, refinamiento, educación y cultura a la par de cualquier noble de la realeza. Su afición a la ópera, a la música académica, a la lectura, desde los clásicos, hasta devorar la prensa a diario, hace que él mismo sea una fuente de información y conocimiento inagotable, para el que tenga el privilegio de estar a su lado aunque sea unos cuantos segundos.
Su pasión es el Ávila, dice que no puede vivir en un lugar desde el cual no se vea la montaña, siempre tiene que poder contemplarla, así fue cuando se mudaron a San Diego de Los Altos y cuando residían en la urbanización La Florida. Sólo puede habitar lejos de la montaña si no está en Caracas, como cuando ha vivido en París, Salzburgo o Nueva York, sin embargo confiesa que en esas ocasiones lo extraña, que le falta como si de aire se tratara. “Esa gran montaña me ha cautivado, yo la pinto, y sé que el tiempo del Ávila es el mío”, afirmó Jacobo a la revista Común Presencia en una entrevista realizada en 2006, en la que expresa su fascinación por el cerro, al que rindió tributo en 1979 a través del libro La montaña y su tiempo. Otra fascinación caraqueña del maestro es la naturaleza, las flores, los árboles, y gracias al benevolente clima de estos parajes, poder cultivar sus propias frutas y vegetales, para desayunar con mangos, naranjas y cambures de su huerta y almorzar con tomates y zanahorias de su jardín.
El carácter plácido de este lord de Caracas, que en alguna ocasión se declaró agnóstico y comunista, pero que en realidad es un gran creyente en la grandeza del ser humano, lo ha hecho cultivar amigos valiosísimos durante toda su vida, como los escritores José Ignacio Cabrujas, Aquiles Nazoa, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes y Julio Cortázar, que hasta un cuento inspirado en su obra escribió, dedicado “A Borges”, por lo que muchos piensan que es para el escritor argentino, pero no, es para el pintor caraqueño, titulado “Reunión con un círculo rojo”, que toma su nombre de una obra del artista.
Cuentan que cuando erigieron un Museo con su nombre en Catia, en el Parque del Oeste, Borges no quería aceptarlo y Cabrujas, que también era de allí, le dijo algo así como: “Ay, sí, pretencioso, si fuera en Nueva York y no en Caracas, sí lo querrías”, haciendo que al pintor no le quedara más remedio que aceptar la oferta. Eso sí, dejó que de la parte artística se encargara más Adriana Meneses, para orientarse él hacia la parte social, como lo relacionado con los presos del retén de Catia, enseñarles un oficio, talleres de arte, que hicieran un periódico, convirtiéndolo en un Eco-Museo con un criterio antropológico de la cultura. El Jacobo Borges llegó a significar la transformación y la mejora de la comunidad a través de la cultura y las artes.
La Caracas borgiana
Sus pasos caraqueños, que comenzaron en el boulevard Pérez Bonalde, han dado la vuelta al mundo muchas veces, para dividirse entre Nueva York y Caracas, específicamente en Chacao, donde no sólo fijó su morada actual, sino que encontró la manera de crear allí, más allá de las paredes de su hogar, en el teatro de ese municipio, en el que presentó su más reciente obra creadora, La Tempestad, junto a su hija, el otro gran amor de su vida, la bellísima y talentosa cantante lírica Ximena Borges, soprano, quien además escribió el guión de la pieza.
En esta obra, el maestro retomó otras expresiones creadoras que lo han acompañado toda la vida como lo son el cine, la escenografía y la fotografía, en un espectáculo de color, sonido y movimiento, construido a partir de piezas barrocas: arias de óperas de Mozart y Handel. Una fusión visual y musical, la voz e interpretación de Ximena, las imágenes de Jacobo, la producción de Diana.
Cuando conversé con el maestro Borges, para realizar esta crónica, lo hicimos caminando por el jardín de su casa en Caracas y por dentro de ella, mientras apagaba y encendía un impresionante sistema de luces del que se encuentra orgulloso, a la vez que nos deteníamos ante cada una de las obras de arte que atesora, frente a las cuales me explicaba detalladamente cómo había surgido, cuándo, por qué, pero sobre todo para qué.
Enseñándome que la reflexión sobre lo que crean y sobre la realidad es parte sustancial de lo que diferencia a los artistas de las demás personas, ya que según él “todas crean cosas bellas”. Mientras caminábamos, me habló del pozo de fondo de arcilla en el que cayó cuando era pequeño y casi se ahogó, del agua como elemento recurrente en su obra, del agua que todo lo cambia, que purifica y destruye, del río de la vida en constante cambio, como dijo Heráclito.
Es por esto que para Borges, mirar no es un acto pasivo, el que mira es el sujeto que construye una realidad cambiante, viva. Por lo cual afirma que hay que mirar más allá de lo que se ve o como diría Proust, con nuevos ojos. Por esto, considera que los artistas ven cosas que los demás no ven y sólo logran notar después de que lo hace un creador que se las muestra a través de su obra, bien sea pictórica, escultórica, musical, cinematográfica o literaria.
La perseverancia, la sensibilidad, la elocuencia, la sencillez y el gran sentido del humor, destacan a este caraqueño de pura cepa, que rinde homenaje a su ciudad con su obra que data de 1967 y continúa más vigente que nunca, Imagen de Caracas, que en 2010 participó en la bienal de São Paulo y que actualmente está en conversaciones para formar parte de la colección del Museo Reina Sofía.
Esta obra conceptual es una demostración de su devoción por esta ciudad que lo vio nacer y que él ha visto crecer hasta desbordarse y volverse caótica. 32 horas de filmación conforman esta obra de fuerza expresiva inigualable. Este artista octogenario se ha reinventado a sí mismo infinidad de veces a través de las técnicas digitales, sin apartarse del dibujo, de la pintura, de la fotografía y de ese estilo neo-figurativo que lo destaca, siempre en evolución, eso sí y a caballo entre lo onírico y lo real.
Si me preguntan qué es lo que más me impresionó de Jacobo Borges es el inmenso amor que profesa a su familia, sólo comparable al que vierte en su arte y la manera cómo trabaja hoy y hace planes a futuro, con la alegría, el entusiasmo y la energía positiva de un niño, por lo cual, tengan la certeza de que vivirá y creará más de cien años, para ser eterno como ya lo es su obra.
Mis 12 hábitos
- Mirar, mirar, mirar. Todo el tiempo mirar. No perder la curiosidad jamás.Leer todo lo que me pasa por enfrente. Desde haikus hasta revistas de moda.
- Caminar a diario, por la casa, por el jardín, por Caracas, por el mundo.
- Viajar. No existen los límites.
- Soñar despierto y dormido. El subconsciente es la gran fuente creadora.
- Escuchar música, desde Handel, Bach, Mozart, hasta rumba, guaracha y cha cha chá.
- Crear todos los días: pintar, fotografiar, escribir.
- Trabajar en el jardín y en la huerta. Sembrar, cosechar.
- Estar al día con todas las herramientas tecnológicas de punta: Photoshop, Adobe, el Ipad y sus aplicaciones.
- Devorar películas, especialmente las italianas de Fellini, Scola, De Sica, Visconti y Antonioni.
- Hablarle a los objetos cuando trabajo con ellos. Hablarles, hablarles, hablarles. A veces me llevo chascos, pero me hablan, a través de sueños, de recuerdos o de alguna manifestación.
- Reírme, me gustan los chistes, el humor más desparpajado e incluso de pastelazo. Los videos de situaciones insólitas que detonan la carcajada. Para mí la risa es una forma de catarsis, diría que en ella he encontrado la fuente de la juventud eterna.
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