La ópera es pasión. Es intensidad, belleza, drama, alegría. Es un arte total, donde la música, el canto, la actuación, la danza, el vestuario y la escenografía se funden para ofrecernos una experiencia profundamente emocional. Lejos de ser un arte antiguo, sigue siendo una forma poderosa de conectarnos con lo esencial. Y pocas óperas logran esa conexión como Carmen, de Georges Bizet.
Presentada por la Florida Grand Opera en el Adrienne Arsht Center de Miami, Carmen regresó con una producción audaz firmada por la directora franco-brasileña Maria Todaro, quien sitúa la historia en la España de la Guerra Civil. Una reinterpretación que resalta el carácter rebelde y libre de Carmen, sin modificar ni una palabra del libreto ni una nota de la partitura.

Los grandes momentos vocales no se hicieron esperar. Ginger Costa-Jackson, reconocida por muchos como la Carmen definitiva de su generación, ofreció una interpretación poderosa y segura, con gran presencia escénica. Junto a ella, Rafael Davila como Don José y Alexander Birch Elliott como Escamillo completaron un trío protagónico de altísimo nivel.
Uno de los momentos más esperados y celebrados de la noche llegó temprano, con la interpretación de “L’amour est un oiseau rebelle”, la célebre habanera del primer acto. Ginger Costa-Jackson ofreció una versión que equilibró sensualidad, fuerza y control vocal con gran soltura escénica. Esa mezcla de frescura y dominio reafirmó por qué esta aria ha trascendido el ámbito operístico para formar parte del imaginario cultural colectivo.


Uno de los ejes más intensos de Carmen es el duelo vocal y emocional entre sus dos protagonistas. Carmen y Don José se enfrentan a lo largo de toda la obra, no solo desde sus acciones, sino desde el canto: cada encuentro entre ellos es un choque de carácter, deseo y destino. La tensión crece aria tras aria, hasta alcanzar un punto de no retorno en el trágico final. Este juego de fuerzas opuestas —ella libre, él obsesivo— se sostuvo con credibilidad y fuerza interpretativa gracias al contraste vocal entre la calidez insolente de Costa-Jackson y la intensidad contenida de Davila.
La aparición de Escamillo en el segundo acto, con la vibrante “Canción del Toreador”, marcó uno de los momentos de mayor energía en la noche. La intensidad musical y escénica de la escena logró encender al público de forma inmediata. Más adelante, en un registro completamente distinto, Marina Costa-Jackson —hermana de Ginger— ofreció una emotiva interpretación de “Je dis que rien ne m’épouvante” en el tercer acto. Su Micaëla transmitió ternura y determinación con una voz delicada pero firme, dejando una huella profunda en la sala.
Detrás de esa intensidad musical, la orquesta —dirigida con precisión y sensibilidad por Ramón Tebar— cumplió un rol impecable e indispensable. Desde los momentos más líricos hasta los estallidos dramáticos, el director supo sostener la tensión emocional de la obra con pulso firme y gran musicalidad.
La propuesta de Todaro destaca también por su trasfondo personal: Carmen forma parte de su herencia familiar. Su madre interpretó el rol más de 250 veces; su padre fue Don José en muchas de esas funciones. Y la misma Maria Todaro también fue Carmen antes de dedicarse a la dirección escénica. Esa conexión se siente en la manera en que entiende a la protagonista: no como una figura caprichosa, sino como una mujer que ama con libertad y se niega a ser poseída.
El contexto de la Guerra Civil Española le da a esta Carmen una dimensión política que refuerza el tema de la libertad. Sin embargo, en lo visual, la propuesta no siempre acompaña la fuerza de la historia. El vestuario, particularmente en los actos iniciales, tiende a aplanar la estética. Por fortuna, el segundo acto ofrece un respiro visual: allí sí brillan tanto la escenografía como el vestuario, reforzando la riqueza escénica de la ópera.
La ópera está viva. Y lo demuestra cada vez que una producción como esta consigue emocionar, provocar y, sobre todo, recordarnos por qué seguimos regresando a ella. Carmen no es solo una de las óperas más representadas del mundo: es una obra que, siglo y medio después de su creación, continúa hablándonos de libertad, deseo y destino con una fuerza que no se apaga.
La producción continúa en el Broward Center de Fort Lauderdale los días 24 y 26 de abril, no se pierdan la oportunidad de poder disfrutar en vivo esta producción.
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