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Nueva Carmen en el Miami City Ballet: poder, estrategia y libertad

28 abril, 2025
Por: Pedro Maal / fotografías: Alexander Iziliaev MCB

Milán tiene su diseño; París, su moda; y Miami, cada vez más, su danza. En una ciudad donde el arte se redefine constantemente, el estreno mundial de Carmen por el Miami City Ballet marca un hito que dialoga tanto con la tradición como con el presente. Presentada en el Arsht Center, la nueva versión coreografiada por Annabelle Lopez Ochoa no solo rinde homenaje al clásico inmortal: lo desmonta, lo cuestiona y lo reconstruye, regalando una lectura contemporánea donde la independencia, la estrategia y el poder son los verdaderos protagonistas.

Desde su nacimiento, Carmen ha sido musa de múltiples coreógrafos. Roland Petit la dotó de una sensualidad desafiante en 1949; Alberto Alonso, de una energía revolucionaria en su Carmen Suite para el Bolshoi; Mats Ek y Johan Inger llevaron su figura a terrenos más oscuros y psicológicos. Ahora, Lopez Ochoa se suma a esta ilustre lista con una propuesta que rompe moldes: su Carmen ya no es solo objeto de deseo, sino una jugadora audaz, inspirada en la célebre «poker princess» Molly Bloom.

Reconocida internacionalmente por su enfoque narrativo audaz y su sensibilidad contemporánea, Annabelle Lopez Ochoa se ha consolidado como una de las coreógrafas más relevantes de su generación. Su trabajo, aclamado en compañías como el Dutch National Ballet, el San Francisco Ballet, el New York City Ballet y el English National Ballet, se distingue por ofrecer retratos complejos y poderosos de figuras icónicas, como en sus célebres ballets Frida y Doña Perón. Con Carmen, vuelve a poner en el centro una protagonista que desafía estereotipos, combinando fuerza, vulnerabilidad y libertad.

Aquí, Carmen no se deja arrastrar por el destino: lo escribe. En esta Sevilla transmutada en un casino de alta gama, cada gesto es una jugada, cada mirada un desafío. Desde su puesto inicial en la jerarquía del Casino, Carmen se abre paso hasta convertirse en la dueña absoluta de su universo, enfrentando, conquistando y, si es necesario, aniquilando a quienes intentan arrebatarle su autonomía.

La coreografía fluye con una energía tensa, eléctrica, donde el lenguaje clásico y contemporáneo se entrelazan sin fisuras. El montaje es dinámico y preciso, incorporando escenas grupales que aportan ritmo y fuerza visual al desarrollo de la obra.
Destaca particularmente la incorporación del Coro de Rosas, un elemento recurrente que sostiene varios de los momentos más impactantes del ballet. Sus apariciones, siempre vibrantes, combinan un lenguaje de movimiento contemporáneo con una imagen sobria y cargada de simbolismo: bailarines ataviados con pantalones negros y una rosa roja en la boca, evocando con modernidad la pasión y la teatralidad de Andalucía.
Lejos de ser un simple adorno escénico, este coro actúa como una corriente subterránea que acompaña, tensa y enmarca la historia de Carmen y su destino.

En escena, Carmen emerge como el gran eje femenino rodeado de contrafiguras masculinas que amplifican su magnetismo. No solo Don José, sino también Escamillo y Zuniga orbitan a su alrededor, cada uno representando distintas facetas del deseo, la rivalidad y el poder. La coreografía juega de manera sutil pero poderosa con esta dinámica: Carmen forma parte del conjunto de mujeres del casino, pero al mismo tiempo destaca inevitablemente, convertida en el objeto de deseo, admiración y conflicto para todos los hombres. Esta dualidad —ser una más y ser, a la vez, la única— atraviesa toda su actuación.

La música, adaptada por el compositor Juan Pablo Acosta, respeta la esencia de Bizet pero amplía la experiencia sonora: a la célebre suite de Rodion Shchedrin se suman nuevas orquestaciones que permiten una narrativa más extensa y matizada. El «Habanera» y la «Canción del Toreador» emergen reinventados, ecos conocidos que adquieren nuevos significados en esta lectura renovada del mito.

La escenografía y la iluminación, a cargo de Christopher Ash, elevan la producción a un nivel de gran majestuosidad. La manera en que los espacios se transforman y la luz esculpe las emociones sobre el escenario crean una atmósfera densa, vibrante, a la altura de la intensidad dramática de la historia. Cada transición refuerza la tensión interna de la narración, haciendo de esta Carmen un espectáculo total.

El vestuario, diseñado por Mark Eric, acompaña con precisión la narrativa contemporánea: moderno y simbólico, juega con la elegancia y el poder. Destacan especialmente los diseños para el Coro de Rosas, el personaje de Fate —con su mezcla entre toro, cuervo y esqueleto— y, por supuesto, Carmen, cuyo vestuario subraya su carácter indomable y su magnetismo.

En cuanto a las interpretaciones, el elenco brilla con intensidad.
Dawn Atkins, en el rol de Carmen, entrega una actuación magnífica: sensual, desafiante y, sobre todo, elegantísima, encarnando una protagonista que nunca pierde el control ni la dignidad, incluso en sus momentos más vulnerables.
La tensión masculino-femenina, esencial para la historia, se articula de manera especialmente poderosa en los pas de deux entre Carmen y Don José, donde la atracción, la posesión y la violencia laten bajo cada movimiento. Stanislav Olshanskyi ofrece un Don José trágico y vulnerable, atrapado entre la pasión y la pérdida.
Mención especial merece Cameron Catazaro como el Destino: su poderosa presencia escénica teje y enlaza toda la historia desde las sombras, imponiéndose como una figura mitológica que acecha y condiciona el camino de cada personaje. Su interpretación, sólida y enigmática, añade un nivel simbólico fundamental al ballet.

La noche del estreno en el Arsht Center, a la que asistimos, fue testigo de un lleno total: no había una sola butaca vacía. La emoción se sentía en el aire, y el público, cautivado de principio a fin, respondió con una ovación entusiasta. Cada aplauso parecía confirmar que esta nueva versión de Carmen no solo reescribe un clásico, sino que conecta profundamente con el espíritu de nuestro tiempo. Fue, sin duda, un rotundo éxito para el Miami City Ballet.

Más allá de la historia de pasión y tragedia, esta Carmen es, sobre todo, un retrato vibrante de la libertad personal. Una celebración de la fuerza interior, del derecho a elegir el propio camino, aun cuando implique riesgos o renuncias.
En una época que valora cada vez más la autenticidad, la visión de Annabelle Lopez Ochoa resuena con una intensidad contemporánea, mostrando a una Carmen que vive y se mueve en sus propios términos, sin pedir permiso.

Miami —ciudad de reinvenciones constantes— encuentra en esta Carmen una metáfora perfecta: la de un espíritu que rehúsa ser definido por otros y se convierte, a cada paso, en autor de su propio destino.