Usa tu Instagram, Tinder y Facebook como si fueran páginas amarillas para rastrear el placer. Aprende a utilizar tus redes para salir a pescar miradas, proposiciones y porqué no, algo más.
Lo digo y lo repito, en plena globalización del siglo XXI, conocer gente se ha vuelto una pesadilla. Estamos tan hipnotizados en nuestros smartphones, laptos, tablets y mundo imaginario, que ya ni siquiera volteamos a ver quien nos rodea. ¿El resultado? Un montón de corazones solos, sedientos, hambrientos de amor y, por supuesto, de carne. ¿Qué hacer en estos caso? Tienes dos opciones:
- Seguir los consejos de tus amigos casados (que no tienen una cita desde la Segunda Guerra Mundial).
- Seguir los míos, que te escribo desde el epicentro de la soltería.
A ver, sí, todo eso que dicen sobre expandir el entorno funciona. Entiéndase empezar a ir al gimnasio, comenzar un curso de idiomas, de cocina, o cualquier tipo de actividad que implique agregar personas a tu círculo de conocidos. Si nos basamos en la teoría de Frigyes Karinthy y sus seis grados de separación, al ir aumentando tu lista de contactos, probablemente, estarás acortando los puntos que te separan de tu próxima cita, pareja, o al menos compañero(a) sexual.
Pero, ¿Qué pasaría si te dijera que existe una herramienta para desafiar esa hipótesis y reducir esos seis grados a un solo mensaje? No estoy descubriendo el agua tibia y probablemente hasta tú la hayas usado ya. Sí, las redes sociales. De los mejores descubrimientos o innovaciones de los últimos años. La tendencia de comunicar a todos con todos, logró que no bastara más que disposición para llevarse a alguien a cenar (o a la cama).
Eso sí, en estos casos el cortejo se vuelve, también, un arte evolucionada y bastante diferente. Ahí eso de ¨¿Qué hace una mujer tan bella sola en la calle?¨o el ¨¿Por qué un hombre tan interesante sigue soltero?¨ no funciona, o por lo menos no con la gente que vale la pena. Ahí no hay miradas, no hay pestañeos, no hay caricias, no, no, no, ahí el juego de seducción se reduce a dos fotos y un comentario ocurrente. Sí, es válido lanzar un piropo o alabar algún atributo físico, pero por favor, comencemos por desechar el manual gastado de galán de otoño o el de la Susanita necesitada. Quémate las neuronas si es necesario, acuérdate, que ese primer mensaje, muchas veces, es la única oportunidad.
Algo que me parece bastante curioso es esa tribu de mujeres que todavía, a estas alturas, sienten vergüenza al usar de estas maravillas de la tecnología. No, preciosa, no es desesperación, es inteligencia. Escucha un poco más tus hormonas y un poco menos a tus padres, a menos, por supuesto, que quieras seguir encerrando tus fantansías.
Publicas una foto en Instagram, los likes comienzan, Facebook reproduce comentarios. En Tinder, por su parte, las proposiciones llueven y por supuesto terminamos encantados y no es para menos. ¿A quién no le gusta sentirse deseado, cotizado? Lo mejor es que todo ocurre desde la comodidad de tu casa o de tu trabajo, solo basta con saber que foto y en que horario subirla.
Pero como todo vicio, conocer gente también se vuelve peligroso. Saber a quién o a qué te estas enfrentando en fundamental, la seguridad personal es la primera regla de oro. El manejo de expectativas, además, es indispensable al adentrarse al mundo del amor virtual. Aunque, por supuesto, hay casos de casos, intenta no reconocer al amor de tu vida en el primer perfil que te aparezca en Tinder, ya va, date un chance. No todo es lo que parece, te puedes encontrar con monstruos fotogénicos en la red, o pseudo intelectuales presumidos.
De todas, todas, para quedarte en casa, entre cuatro paredes y una cama vacía, mejor salir a pescar miradas, cazar proposiciones e incluso probar un par de copas. Disfrútate las citas, así solo termine siendo una, o dos, o tres (orgasmos), nunca se sabe.
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