El cantante y compositor mitad americano y mitad venezolano Devendra Banhart, justo antes de que saliera a la calle su último disco Mala, nos ofreció esta original entrevista, un poco loca y desordenada pero también íntima y divertida. Aquí nos habla de Caracas, de su mamá, del Topo Gigio, de Simón Díaz y de su novia de entonces: Ana Kras, junto a quien lo fotografiamos en su estudio. Enjoy it!
A todo el mundo le pasan cosas. Y, si eres joven aun más. En ese entonces los sucesos se precipitaran hacia ti como hormigas a la torta de chocolate de un picnic. Vas a cumplir 18 años, estudias en San Francisco, tu segundo nombre es Obi, creciste en un lugar llamado Caracas y tu padre biológico, que acaba aparecer, te ofrece un boleto a cualquier lugar del mundo: ¿Dónde vas? Pues a París. Allí, sin muchas monedas en el bolsillo, te das cuenta que algo más que los sucesos empiezan a precipitarse hacía ti. Muchas son las palabras que habitan tu cabeza. Las palabras se convierten en canciones y las canciones negadas a desaparecer arrastran tus huesos hasta el teléfono más cercano para dejarse caer, con la advertencia de no borrar, en el contestador de tu amigo Noah Georgeson. Esas canciones las escucha una leyenda musical llamada Michael Gira quien te produce un disco. El disco lo escucha Karl Lagerfeld y tocas en un desfile de Chanel, los medios te llaman freak, la cantante de Coco Rosie te obliga a escuchar a Simón Díaz, conoces a tu dios particular Caetano Veloso, Beck te invita a rendirle tributo a Leonard Cohen, te vas de gira un montón de veces, Natalie Portman se enamora de ti, expones tus dibujos en el Mocca, Volkswagen compra tu canción Santa Maria Da Feira para un anuncio, te nominan a un Grammy por la tapa de tu disco, terminas con Natalie, le haces unos remix a Phoenix, a veces te acuerdas de tu primer show en la boda Bob and Jerry y piensas: “Bless their soul”.
Te cortas el pelo, conoces a Ana Kras, siempre declaras en las entrevistas cuánto te gusta Víctor Jara cuya voz era tan potente que tuvieron que cortarle la lengua. Tocas en Santiago en el Estadio Víctor Jara. Tu mama, “la gran Reina María Eugenia”, te regala un suéter azul que es tu favorito. Sigues grabando canciones, abres un sello disquero, miras los dibujos de tus amigos músicos y decides hacer una exposición, te entrevista Doug Aikten para su expo en la Tate, estás enamorado de Ana Kras y juntos son imagen de The Kooples. Ya no tienes 18 años, tienes 30 y el próximo 12 de marzo saldrá a la calle Mala, tu último disco. En él olvidas la grandilocuencia de tus últimos trabajos y junto a Noah creas un disco limpio, íntimo y potente donde las palabras brillan con la misma intensidad de los cantos rodados en el agua. Esta mañana después de meditar, tomar café y leer las noticias te pusiste a leer sobre The Beyeler Foundation Collection. Tal vez te detuviste en uno de sus 26 Picassos.
Nota del Autor
Esta no es una entrevista imparcial. Para nada, Debo confesar que fue hecha con un solo propósito, dar las gracias. Por eso escogí el medio menos idóneo para entrevistar a Devendra Banhart: una carta y en español. Sus respuestas son, pues, cortas y sencillas, pero puras y muy graciosas.
Yo
Alguna vez leí (alguna vez no. Lo leí en un comic. En Watchmen) que si quieres meterte a un lector en el bolsillo empieces con la cosa más triste que conozcas. Parece que, luego, todo lo demás es cosa de coser y cantar (así mismo dice el libro). Conocí a Enrique Contreras hace muchas noches (no te preocupes, prometo ser rápida y llegar pronto a lo que nos ocupa: entrevistarte). En aquellos tiempos en Caracas no solían matar 60 personas cada dos días, y yo pues tenía 20 años, andaba por allí, como se anda en los 20: callejeando. Una noche de tantas lo conocí. Me llevaba más de 20 años y lo primero que me dijo fue: “Soy un gay atrapado en un cuerpo de lesbiana y tú, negrita, me alborotas el lesbiana”. A esa declaración ¿quién podía resistírsele? Nadie. Mucho menos yo que acto seguido me fui con él a beberme todo el alcohol de la ciudad. Esa noche, lo sabría luego, el había terminado con su pareja de 20 años. Lo único que se llevó de esa casa eran los calzones que llevaba puestos. Esa noche también empezó una amistad que nos hizo inseparables y me dio a mí, la veinteañera, una suerte de padre, alcahueta y proxeneta al que quise con todo mi corazón. En fin, Enrique enfermó como enferman tantos. Un cáncer fulminante. Yo andaba de viaje como tantas veces, llegué, marque el teléfono, no me atendió, me volví a ir de viaje y regresé. Ese mismo día, ya tarde, atendí el teléfono de mi oficina. Alguien quería saber si era verdad que él había muerto. ¿Quién mejor que su mejor amiga para saberlo? En todo caso, Enrique murió, yo no lo sabía, no me despedí, no lo acompañé. Lloré amargamente, iba todos los días caminando al trabajo y todos los días lloraba bajo la luz del trópico. Aquí donde las lágrimas ante tanto resplandor parecen quedar fuera de lugar. Un día, el ipod, en shuffle, dio con una canción tuya. Y esa fue la primera vez que te oí, que verdaderamente te oí. Ese día también esbocé una sonrisa. Me imaginé a mi amigo comiendo pera en Santa María Da Feira y pensé para qué sufrir, si la gente buena siempre goza y nunca hay pena. Escuché la canción durante días, cientos de veces. Esa canción hizo lo que nadie pudo: me consoló. Y, antes de empezar a preguntar cosas, no podía dejar de darte las gracias por traer de nuevo la alegría a mi corazón en ese momento. Gracias.
Advertencia
“Veamos, discúlpame mi ortografía/deletreo en español. Es mediocre cuando lo hablo y un cuerpo en pudrición cuando lo escribo, ja!”
Él
Querida Señora Khan,
Tu introducción, bueno, he hecho muchos interviews y nunca he leído o oído una introducción más reveladora, cinemática e íntima. Gracias a nuestra tataratataratataratataratataratataratataratatara abuela y abuelo por haber escrito esas primeras palabras en forma de imagen. Gracias a ti Ana María, y ¡qué increíble! ¡Tienes mis dos favoritos nombres!
Bueno, como siempre, no sé por dónde empezar. Entonces, ¿quién soy? El Bajaga de Nassau, el Juan Luis Guerra de Timbuktu, Grace Jones de Copenhagen, James Chance de Chichirivichi, el Devendra Banhart de Venezuela. Y sólo le tengo miedo a las culebras metafóricas.
Caracas es mi juventud, mis primeros imágenes, claro que me acuerdo…
Caracas Tales (y, y, y, y… más)
Recuerdo haber visto una langosta (los saltamontes gigantes, no las del mar) destripada por uno de mis amigos mientras jugábamos fútbol. Recuerdo haber visto sus resplandecientes, prismáticas y radiantes tripas brillar en el sol. Sus patas y antenas retorcerse, indefensas y hermosas. También recuerdo el Ávila… Ah y el Chichero… Y el niño/niña desnudo/a en la lata de Toddy la bebida achocolatada, y el color marrón de la botella plástica de Taco (otra bebida achocolatada), y el olor fecundo del mango y pupú de perro en el jardín de mi abuela… Y más, mucho más…
No soy de aquí ni soy de allá
Empecé mi vida como turista, como extranjero. Nací en Texas pero me mude a Caracas. Me siento venezolano en todos los lugares menos en Venezuela. Soy hombre, pero canto como la mujer en que me convertí de pequeño poniéndome el vestido de mi mamá. No me gusta hablar con mis amigos más íntimos pero le canto a extraños… Ah, la dualidad. No sé nada de astrología pero soy Géminis.
Hace poco una chica me dijo “los dos momentos más importantes en tu vida son el día que naciste y el día que averiguaste por qué”.
El hábito hace al monje
I don’t turn to art for catharsis, y no espero por la inspiración, ni tengo idea de lo que es eso. Trabajo, muchas veces ni quiero trabajar; pero lo hago porque esta no es mi profesión, es mi religión. Claro, voy a sonar súper pretensioso: So it goes…
Aunque uno pueda ser totalmente apolítico, el arte hecho por un individuo es un acto revolucionario de libertad.
In art we trust
¿La función del arte? Es tan importante como la arquitectura (ha! take that uptight architects of the world!!!). Te digo esto: hay ejemplos de pinturas, canciones, esculturas, dibujos, libros de todo tipo que poseen el poder de chuparte el espíritu entero. Hay obras que son responsables de hacer que a la gente nunca le importe nada, ¿me entiendes? Arte sin consciencia es la misma cosa que la ausencia del arte. Si tiene tanto poder para hacer mal, imagínate el poder del buen arte. ¡And for the record, no estoy hablando de lo que hago yo¡
Mientras voy a Venezuela
Quiero pintar sillas en amarillo y algunas veces anaranjadas, me quiero poner más ropa verde y rosada, quiero hacer un documental sobre las cachapas y el Natto japonés que harán que gente llore, quiero construir un cementerio para todos los websites que han muerto, quiero terminar mi librito de poesía, y otras cositas más por ahí, para llenar mi tiempo mientras espero que me inviten a tocar en Venezuela.
Ella
Hay mucho que Ana me da y enseña. Nos conocimos en una manera muy simple, ella vino a fotografiar mi casa. En el minuto que la vi le dije: “¡Cásate conmigo!” Por supuesto que ella trató de no vomitar.
Siempre en mi mente
Wow, ¡que dramática mi respuesta! Pero, lo que siempre está en mi cabeza no es imagen, es un tipo de oscuridad, diferente de otros tipos de oscuridad. Eso o el Topo Gigio hecho de mármol gris con venas rosadas, gigante, viajando por el paraíso mercurial de las sombras mojadas y fracturadas.
Se habla español
“I have a limited vocabulary –in English and in Spanish– but with Spanish I can get more into the sound of the words, I can have more fun with it. I can even get more autobiographical in Spanish. I feel comfortable revealing more, expressing something sincere about trauma or pain, which is not really a space I’m comfortable occupying. I can take things further in Spanish”.
Simón Díaz
Un gran héroe, maestro, poeta, cómico, artista, icono, iconoclasta, individual. Nuestro tío… el gran rey, subversivo a su manera tan dulce, inteligente y poderosa. Una figura clave en la conservación de las facetas de la cultura venezolana que vale absolutamente la pena conservar, celebrar y presentar a la escena mundial. Es difícil responder tu pregunta ¡Es Simón Díaz! ¡Esta entera revista debería siempre ser sólo sobre él!
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