Una de las estructuras más emblemáticas del siglo XX, la Ópera de Sídney, símbolo de la Australia moderna, cumple hoy 50 años.

Sus espectaculares velas blancas abrieron nuevos caminos para la arquitectura y la ingeniería a nivel mundial. Y la construcción en sí ha sido anunciada por los historiadores como un «ejercicio visionario de construcción de una nación por parte de una nación joven, en gran medida inmigrante, que busca definirse a sí misma». 

La Ópera de Sídney fue inaugurada oficialmente por la Reina Isabel II el 20 de octubre de 1973; los fuegos artificiales y la interpretación de la Sinfonía n.° 9 de Beethoven marcaron la ocasión. 

La visión era crear un espacio de encuentro cultural para todos, independientemente de su clase o riqueza, para una “comunidad mejor y más ilustrada”. 

La Ópera nació de un concurso internacional de 1956 organizado por el gobierno de Nueva Gales del Sur (NSW), para diseñar un lugar de actuación nacional en Bennelong Point, un lugar donde se llevaron a cabo celebraciones y reuniones aborígenes durante miles de años, que pondría a Sydney en el mapa.  

Las presentaciones llegaron de todo el mundo, con 223 entradas de 28 países.  Una de las últimas entradas en llegar fue la de un arquitecto danés desconocido llamado Jørn Utzon. Sin embargo, su propuesta no llegó al grupo de diseños finalistas.

La historia cuenta que la obra de Utzon fue elegida de la pila de rechazados por uno de los jueces, el arquitecto finlandés Eero Saarinen, quien exclamó “Este es su Teatro de la Opera”. 

En aquel momento era sólo un diseño esquemático y nadie sabía cómo se construirían las ahora icónicas estructuras de hormigón y azulejos. Sin embargo, los jueces estaban convencidos de que el diseño escultórico de Utzon presentaba un concepto “capaz de convertirse en uno de los edificios más grandes del mundo”.

Más de 10.000 trabajadores comenzaron a construir la Ópera en 1959. Se suponía que el edificio estaría terminado en cuatro años, pero al final se necesitaron 14. El presupuesto inicial para la estructura fue de 7 millones de dólares australianos (4,4 millones de dólares), pero el coste final estuvo más cerca. a 102 millones de dólares australianos. La mayor parte fue financiada por una lotería estatal, con $10 para comprar una bola de madera numerada que se incluía en el sorteo. 

Es famoso que Utzon abandonó el proyecto a mitad del proyecto después de pelearse con el gobierno por sobrecostos.  Tras la dimisión de Utzon, la difícil tarea de completar los interiores recayó en el arquitecto australiano Peter Hall, quien se horrorizó al darse cuenta de que tendría que empezar de cero.

El gran auditorio, fue diseñado como una sala de usos múltiples, con el espacio cavernoso sobre el escenario para llenarse con maquinaria para montar y mover el escenario. Sin embargo, se convirtió en una sala de conciertos. El único problema era que tenía la forma incorrecta.  Los cambios en su concepto original significaron que estuvo plagado de problemas acústicos que tardaron casi 50 años en solucionarse. El año pasado se completó una importante renovación. Y ahora es una de las salas de concierto con mejor acústica del mundo.

En 2007 fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, y es sin duda alguna uno de los edificios mas famosos y fotografiados del mundo.