El mundo tiene los ojos posados en este momento en esta hermosa ciudad, gracias al Festival Internacional de Cine de Venecia. El mismo espléndido escenario donde George Clooney celebró su boda con Amal Ramzi, la mismísima romántica ciudad de El Turista, donde Angelina Jolie deslumbra a Johnny Deppy, y también la dramática Venecia de Casino Royale, en la cual Daniel Craig pierde a Vesper, el amor de su vida. Con un entorno tan mágico, no es de extrañar que el mundo entero sueñe con vivir una aventura o un romance en La Serenísima.
Sin embargo, para enamorarse de Venecia hay que visitarla, nada dicen las millones de fotografías y miles de metros de cintas de películas, que se han rodado sobre esta maravilla de la creación humana; es preciso vivirla, perderse por sus calles, suspirar sobre sus puentes, pasear en bote por sus aguas, saborear su comida y respirar su aire. Solo así, podemos sucumbir al embrujo de la que es considerada la ciudad más bella construida por el hombre.
La primera impresión siempre es muy importante, por eso quise que mi primer encuentro con la Piazza San Marco fuera perfecto. Estaba muy emocionado por llegar a San Marco, la expectativa de toda una vida esperando para ver en persona este maravilloso espacio medieval me hacía caminar cada vez más rápido. Pero en cada esquina me detenía para admirar cada edificio, y en todo puente el tiempo parecía detenerse tomando mil y una fotos, hasta que algún turista se atravesaba, y me recordaba que no habíamos llegado todavía.
Con mucha atención seguía mi mapa para no perder nuestro objetivo, tratando de alejar la tentación de caminar por otras calles sin rumbo fijo. En Venecia todas las edificaciones son fascinantes, cada vista del canal es más asombrosa, no importa donde estés ni a donde vayas, todas las vistas son impresionantemente hermosas, cada una parece una postal.
Desde que supe que vendríamos a Venecia estaba preparando mi encuentro con la Piazza San Marco, quería tener la experiencia de caminar por las estrechas calles, absurdamente estrechas en algunos casos, y llegar a la explosión del espacio urbano en toda su magnitud. Desecho mi mapa, me quita mucho tiempo valioso para admirar lo que hay alrededor, es preferible seguir las señales en las esquinas. Siento la proximidad de nuestro destino, pero no hay ninguna señal que lo indique. Distraídos mirando vidrieras llegamos a la parte de atrás de la plaza, y casi aguantando la respiración por el mal olor del lugar, cruzamos bajo las arcadas y penetramos al espacio de la Piazza San Marco. Allí nos espera, magnífico, el espacio público más fotografiado del mundo. Pero no importa cuántas veces lo has visto en fotos, pinturas o en el cine, nada se compara con la sensación de experimentarlo en vivo. No importa cuántos turistas se te atraviesen, ni las miles de palomas que te vuelen encima, ni las reparaciones que están realizando a los edificios, nada puede disminuir la majestuosidad de esta plaza. Sus dimensiones perfectas, sus edificios que nada parecen tener en común, la basílica, las esculturas, los dibujos del pavimento, el león, los caballos, el campanario, los cafés, las columnas y la vista del canal. Caminando por la Piazza San Marco no puedo dejar de pensar como habrá sido Venecia en su gran momento de esplendor cuando era la capital de la Serenísima República Veneciana.
Venecia es una ciudad única en todo sentido, está conformada por 120 islas interconectadas por puentes. Es la única ciudad del mundo que no tiene tránsito de automóviles, el único medio de transporte son los botes: lanchas de motor privadas o taxis, el vaporetto, un barco que sirve de autobús, y las famosas góndolas que son solamente una atracción turística. De resto hay que caminar, lo que se hace muy agradable en una ciudad laberíntica que ofrece en cada esquina o plaza una imagen digna de una fotografía o una pintura. Las construcciones están soportadas sobre columnas de madera enterradas en el agua, por lo que hace que la ciudad esté literalmente sobre el agua. Uno sólo de los monumentos venecianos sería suficiente para hacer cualquier ciudad memorable, pero en Venecia lo especial es el conglomerado de maravillas en un entorno todavía más espectacular. Por eso logicamente la ciudad vive del turismo, aunque los venecianos no son muy amables con los turistas, todo el mundo quiere conocer Venecia porque ninguna otra ciudad la puede suplantar, es única e irrepetible. Lo que muchos buscamos al visitar esta ciudad es revivir su pasado glorioso, uno de los más fascinantes de la historia occidental.
Venecia fue fundada por refugiados, que escapando de las invasiones bárbaras, se establecieron en el siglo VIII en estas islas rodeadas de aguas poco profundas. La necesidad los convirtió en marineros, los mejores del mundo, así como en mercaderes, banqueros, ingenieros, artesanos y astutos políticos. Ellos desarrollaron una República con una constitución que fue la envidia del mundo durante siglos. Defendieron su libertad y conquistaron territorios como bases en el este. Su imperio se basó no sólo en excelentes barcos y avezados marineros, sino en su heroico coraje, su agudo talento para el mercadeo y en su sentido práctico de las relaciones internacionales. El imperio creció no por estrategias políticas o militares, sino por la necesidad de defender las rutas marinas, reparar los barcos lejos de casa, dar descanso a las tripulaciones (casi todas de hombres libres, no esclavos) y construir depósitos donde guardar las mercancías hasta el momento justo de introducirlas al mercado.
En su apogeo, Venecia era dominada por una clase oligarca que desarrolló un exquisito gusto por construir los palacios y villas, que hoy en día todavía apreciamos. Pero esta clase no sólo estaba dedicada a aumentar su riqueza personal y la de la ciudad, sino a conservar el poder, la dignidad, independencia, gloria y fama de la República. La libertad de la República y sus individuos (garantizada por un complejo sistema de controles y balances) era su prioridad y la de todos los habitantes.
Bajo este sistema floreció la República Veneciana, siendo la única en Europa que se mantuvo independiente desde el Imperio Romano hasta finales del siglo XVIII. Su gran esplendor se debió a su posición de intermediaria entre el Imperio Bizantino y Occidente. Por muchos años disfrutó de su grandeza y se enriqueció como pocas ciudades, desarrollando una cultura basada en el mestizaje.
La decadencia de Venecia comenzó con la caída de Constantinopla y el descubrimiento de América. La toma de Constantinopla por los turcos, le costó a la República de Venecia mucho dinero y grandes extensiones de terreno, sumada al nuevo poderío portugués en el comercio con el Oriente, con las nuevas rutas no adecuadas a las embarcaciones venecianas. El surgimiento de los imperios español e inglés con las nuevas tierras americanas, contribuyó en gran manera a la decadencia de Venecia. La República mantuvo su independencia hasta que Napoleón los invadió y pasaron a formar parte del territorio austríaco. Luego de varias batallas y arreglos, se anexaron finalmente a la República Italiana.
Pero todo esto sólo contribuyó a darle más carácter a la ciudad, más belleza, más alma. Una ciudad conformada por pedazos de otras culturas, por la afición de sus habitantes a la belleza, por una delicada trama urbana que más se asemeja a una filigrana y por una espectacularidad que sólo le puede otorgar el estar rodeada de agua. Y es en el agua que se debe pasear por Venecia. A pie se caminan las islas principales, pero es imposible llegar sin un bote a la isla de Giudecca, donde está la iglesia San Giorgio Maggiore, la Iglesia del Santissimo Redentore, el Hotel Cipriani, la Iglesia de Palladio. Ni hablar de llegar a la playa del Hotel Lido, sede del Festival Internacional de Cine de Venecia, en donde es inevitable recordar la melancólica película de Luchino Visconti, Muerte en Venecia. Por eso debes pasear por las islas venecianas en un bote rápido, no hay nada más fascinante que salir o llegar a San Marco en un bote, apreciar los edificios desde el agua y sentir la brisa marina en el rostro, una experiencia que sólo se puede tener en Venecia.
Así como la primera impresión es importante, la última visión es algo que queda en nuestra memoria para siempre. Para nosotros fue el momento en que nos alejamos de la ciudad a bordo de una lancha rápida, mientras vimos perderse a lo lejos una ciudad que ya nunca volverá a salir de nuestros corazones.
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